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¿Qué hacemos con el lenguaje inclusivo?

    Lenguaje Inclusivo

    Por: Marcelo Maristany.

    Feminismo es una palabra de género (gramatical) masculino: el feminismo. Masculinidad es una palabra de género (gramatical) femenino: la masculinidad.

    La inclusión no tiene que ver con el género gramatical. Tampoco debería tener que ver con el género biológico (acá está el verdadero problema). El conflicto entre géneros biológicos no se resuelve en el plano de la lengua. No es cuestión de colocar una vocal, la “e”, en cada palabra. La inclusión es algo mucho más complejo y difícil de solucionar y la solución no es tan simple como esa operación, netamente gramatical, o agramatical, propone.

    Por otro lado, para cambiar, modificar, revolucionar una disciplina, sea cual sea, hay que conocerla bastante bien. Para cambiar un paradigma científico hay que ser científico. Esto es una obviedad. Sin embargo, con respecto a la lingüística, que es la ciencia que estudia a la lengua, ese principio no se respeta. En el fondo se está subestimando al lenguaje. Para realizar cambios significativos no basta con colocar una letra en las palabras que poseen género gramatical. Las lenguas cambian y evolucionan en el tiempo. Esas transformaciones llevan siglos, milenios. No se producen de un día para el otro. Los que promueven la imposición del lenguaje inclusivo deberían conocer mejor a la lengua española en particular, y a la lengua humana, en general. Para modificar la lengua, algo muchas veces utópico, es menester tener un claro panorama de la misma. Pero, aún logrando esos cambios, los problemas humanos, como la inclusión y discriminación, no se resolverán. Porque están en el plano del espíritu y no en el lenguaje.

    El lenguaje inclusivo pretende ser un nuevo lenguaje, pero solo es una operación artificial en el mismo nivel que el jeringoso o el que se practica (no se habla) en la ciudad de Rosario, el rosarigasino. Estas seudo lenguas se logran agregando sílabas o letras en palabras pertenecientes a una lengua determinada, el español, en nuestro caso.

    Por otro lado, esto del lenguaje inclusivo es algo que solo vale para la lengua española. Lo que lo convierte en algo no universal, no inclusivo. Porque no involucra a otras lenguas, especialmente a los idiomas anglosajones. Tomemos el inglés. Esta es una lengua menos genérica que la nuestra. La mayoría de las palabras son neutras. Esto se ve claramente en los artículos, o mejor dicho en el artículo. “The” es usado para una palabra femenina, neutra o masculina (The man/the woman/the box).

    En castellano, los artículos poseen género gramatical, según el sustantivo al que preceden. Para los sustantivos “gato/gata”, tenemos los artículos el/la respectivamente. El lenguaje inclusivo inventó un neutro inexistente: “gate”, cuyo artículo sería “le”: le gate. Esto parece irrisorio, sin embargo nos encontramos con neologismos como “cuerpa”, para contrarrestar al masculino “cuerpo”. Esto se escuchó en una Facultad, en un ámbito académico. Además,  el seudo artículo “le”, para referirse a seres/personas indefinidas, conlleva el problema de que es otra palabra. “Le” es otra categoría: “Le dijo a Pedro que viniera”. Este “le” no es artículo, es objeto indirecto.

    Otro problema es el de la palabra todos, que implica a “todos los individuos”, sean femeninos, masculinos o neutros. Cristina Kirchner impuso el plural femenino: “todas”, como si no fuera suficiente el “todos” para incluir a las mujeres. Pero esto solo sucede en el español. En inglés la palabra “all” es abarcativa y no tiene género gramatical. 

    El problema sigue siendo confundir género con sexo. El sexo es femenino o masculino. El género gramatical es masculino, femenino y neutro. Son niveles distintos. Uno está en lo biológico y lo otro en el sistema de la lengua. En una época de la historia, se intentó fabricar un idioma universal, el Esperanto. Fue una obra de lingüistas y profesores de lengua, entre otras disciplinas sociales. Eran expertos en las lenguas. Pero solo construyeron un arca que nunca flotó. Nunca se impuso en el habla de las comunidades parlantes.

    Las lenguas evolucionan, mutan, crecen lenta e imperceptiblemente, como las plantas y las flores. Forzar este proceso es improductivo. Solo se logra un cambio artificial. El artificio de colocar la vocal “e” en las desinencias de algunas palabras, es solo eso: un artificio. El problema de esta operación extraña es que con esa modificación se cae en palabras ya existentes en el sistema de la lengua. El ejemplo más claro está en la misma palabra “inclusivo”. Esta es de género gramatical masculino. Para llevarlo al neutro, se agregaría la “e” al final, cambiándola por la “o”. Así queda “inclusive”, que es otra palabra. Es un conector usado con otro sentido semántico. Inclusive es similar a incluso (“el local permanecerá cerrado del 1ro de enero al 31 de enero inclusive).  Este es un simple ejemplo de lo complejo  que resulta intentar cambiar una lengua, o modificarla. 

    No se puede crear un lenguaje, o cambiar una lengua con una sola letra. Un timón puede dar dirección a un barco, pero no puede convertirlo en un avión. Por otro lado, hay sustantivos que no respetan la regla, la única, del lenguaje inclusivo, “hombre” es una de ellas, termina con la vocal e, sin embargo mantiene su género gramatical masculino, “el hombre”.

    Todos los casos aquí expuestos demuestran las dificultades que el lenguaje inclusivo no resuelve. Creer que con la adhesión de la vocal e a la mayoría de las palabras se soluciona esto, es caer en la ingenuidad y en la ignorancia de la lengua. Los que comulgan con este nuevo lenguaje pretenden imponerlo en pos de la inclusión. Pero la inclusión depende de otros factores humanos, no solo de la lengua. De hecho, el idioma inglés, que no tiene problema de inclusión en sí mismo, porque no hay mayoría de palabras masculinas, no garantiza que no haya discriminación en los que lo hablan. La historia nos ha demostrado lo contrario. Existe el machismo y la discriminación, además de explotación y otros vicios, en los que hablan esta lengua “inclusiva”.

    Para modificar una lengua hay que conocerla bastante. Los que promueven el lenguaje inclusivo ignoran los mecanismos internos y externos de la lengua española. Para cambiar hay que conocer. Esta es la clave. Por otro lado, la inclusión no se logra cambiando la lengua, sino cambiando los espíritus humanos. La inclusión, el respeto, la tolerancia, se enraízan en el alma y el espíritu, no en las letras.

    2 pensamientos en “¿Qué hacemos con el lenguaje inclusivo?”

    1. Eso que estan siempre reformandose, sino no se q propondrian, talvez hablar en las iglesias en latin. Amigue, sos lingüista acaso? Acaso es la lengua de los lingüistas? No! La lengua es de los hablantes, es decir de todos (y todas) los que hablamos en castellano.
      No entiendo con que necesidad se oponen a esto, cuando en realidad podria ser algo interesante de analizar, de entender la realidad en la q vivimos y salirse un poco del raviol del templo y de los canales y medios mal llamados cristianos.
      Una pena, no se puede esperar mas…

      1. Marcelo Maristany

        Me parece poca respetuoso tu comentario. Usas el lenguaje inclusivo para tratarme de amigo, cuando no io soy. La inclusión implica respeto. Tenés todo el derecho y libertad para hablar como gustes, pero no tenés derecho a obligar a otros a que hablen como vos. No soy lingüista, apenas un estudiante de letras. Y creo en la libertad de los hablantes. El lenguaje inclusivo es hoy por hoy exclusivo de ámbitos académicos y políticos. No es la lengua del pueblo. Tal vez lo sea en el futuro. Aún así no se puede obligar el uso.

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