Por: Mauricio Córdova
Muchos cristianos usan el término “ovejas” para referirse a sí mismos y a muchos oyentes de las palabras de Jesús. Esto tiene su origen en el mismísimo Jesucristo, el cual, en innumerables ocasiones, tomó esta figura para referirse a sus seguidores y revelarse a sí mismo como EL PASTOR o el BUEN PASTOR (Juan 10:3b).
La historia más famosa de Jesús, que involucra ovejas y pastores, es la parábola de la oveja perdida, la que se encuentra en dos evangelios: Mateo 18: 12-14 y Lucas 15: 3-7. Cuenta Jesús que un pastor tenía cien ovejas, y una de ellas se había perdido. Ante este mal momento, la respuesta de aquel pastor de ovejas fue dejar las noventa y nueve en el establo, e ir a buscar a la que se “perdió”. El final de esta parábola narra que el pastor encuentra a la oveja y la coloca sobre sus hombros, la lleva nuevamente al redil y luego celebra con sus amigos el haberla encontrado.
Basados en esta parábola, al pasar de los años, se han ilustrado y pintado cuadros, y se ha sostenido en el imaginario de la iglesia, o en ejemplos pastorales al momento de la predicación, que la oveja durante ese tiempo que se encuentra perdida, está asustada con frío y a punto de morir. Pero, ¿es realmente así? ¿Es lo que quiso decir Jesús con la parábola? ¿Estamos aprendiendo correctamente de ella?
Hoy quiero adentrarme en una variable específica de esta historia que contó Jesús. Si leemos o escuchamos esta parábola por encima, pensamos en la oveja como un simple animal que Jesús tomó de ejemplo, pero, si nos adentramos un poquito, podremos entender que la oveja representa a cada uno de nosotros. Y si vamos más profundo, ¿qué podríamos encontrar? Obviamente varias interpretaciones, según el Espíritu instruya o la “academia” opine.
Lo que normalmente se ha escuchado en las iglesias durante décadas es una inclinación hacía la interpretación del evangelio de Mateo, la cual según Joachim Jeremías (Importante Teólogo Luterano de los años 70´s que dedicó mucho de su obra al estudio neotestamentario) en su libro Las parábolas de Jesús (1974), el Señor Jesús tiene un auditorio totalmente distinto al de Lucas, que lo veremos más adelante. Ese auditorio son sus discípulos. Lo que estaba queriendo decirles es: “Dios quiere que vosotros vayáis tras el hermano caído —y precisamente el “pequeño”, débil, desamparado— tan fielmente como el pastor de la parábola tras la oveja descarriada”. La parábola, por tanto, es, en Mateo, una parábola de discípulos, que llama a los jefes de la comunidad a una fidelidad de pastor. El acento no recae en la alegría del pastor, sino en la ejemplaridad de su búsqueda. Sin embargo, una interpretación que podría estar abandonada (vaya a saber Dios por qué) es la versión del evangelio de Lucas. Joachim Jeremías también interpreta y opina sobre esta versión en su libro:
“Según Lucas, la parábola de la oveja perdida tiene por motivo la pregunta indignada de los fariseos: “¿Por qué recibe este a los pecadores (en su casa) y los admite a su mesa?” (Lc 15,2) y termina con estas palabras: “Así Dios (en el juicio final) se alegrará más por un pecador que hace penitencia (que se arrepiente) que por noventa y nueve hombres justos que no necesitan penitencia (arrepentirse)” (15, 7). El fin de Jesús es la justificación de la Buena Nueva frente a sus críticos. Cuando explica en la parábola cómo el pastor, cuando conduce su rebaño al redil, es feliz por la oveja que ha sido encontrada de nuevo; del mismo modo se alegra Dios por el pecador que se arrepiente. Se alegra de poder perdonar.”
Otro estudioso neotestamentario y escritor, Charles Harold Dodd, en su libro de 1977 “El fundador del cristianismo” escribió:
«Va en busca de la que se le ha perdido hasta que la encuentra». […] Jesús era censurado por hacer esto mismo. La parábola de la oveja perdida era de hecho (así nos dice Lucas) su réplica a tales censuras. La imagen tradicional del pastor divino se veía reanimada en sus acciones igual que en sus palabras.»
En otras palabras, la parábola de la oveja perdida es una respuesta a los rabinos fariseos que mantenían un principio de no relación con aquellas personas consideradas pecadoras por su oficio o condición; era un mensaje directo, indicando que lo no aceptado por ellos: “Las noventa y nueve”, por Él sí era aceptado, rescatado e incluido.
Podríamos debatir sobre cuál de las dos versiones es la correcta. Pero ese no es el objetivo de este artículo, además, los biblistas neotestamentarios, Joachim Jeremias y Josef Schmid, concluyen en sus libros que la situación real que dio origen a la parábola se aproxima más a la descrita en el Evangelio de Lucas, por muchas razones que por ahora enviaré solo a investigar, para no seguir con la clase de bibliología y nuevo testamento.
Hay que recordar que a Jesús le gustaba hablar sencillo, pero recordemos que su sencillez de palabras la usaba con un pueblo sencillo. Sin embargo, con sus discípulos, en especial con los de su círculo íntimo, sí hablaba otros misterios un tanto más “pesados”. Hoy solo quiero hacer “pesada” esta parábola para el lector y brindar un análisis sincero fuera de los altares dominicales y dentro de la palabra y quizá algunas opiniones de biblistas y Padres. Bien, nosotros somos ese redil, un redil de personas pensantes, con libre albedrío y raciocinio para tomar decisiones por nuestra cuenta; nosotros somos esos pecadores que “los fariseos” de nuestra época rechazan, llaman herejes y quieren fuera de sus templos. Pero Jesús sigue siendo el buen pastor que da su vida por las ovejas ¿Las noventa y nueve solamente? ¡No! ¡Las cien! tanto aquellas que pecan de religiosas, como aquellas que las religiosas han echado fuera por los que ellos consideran “Pecado” ¡qué grandiosa noticia!
¿Por qué se iría una oveja de estar cómoda con comida y agua de en medio de las noventa y nueve? ¿Pecado? ¿Tentaciones? ¿No sentirse digno? ¿Y si la oveja no se fue y realmente las noventa y nueve la hicieron sentir incomoda hasta que se fuera? A veces pienso que esas noventa y nueve ovejas no son tan inocentes como lo imaginábamos de niños en la clase de escuela dominical; también son pecadoras. Su pecado es la religión, aquel sistema que se forma en nuestra mente y que termina llenando de orgullo y altivez el corazón; ese sistema que interpreta algo y lo declara como la sola verdad, y que aquellos que cuestionan, que preguntan, que dudan legítimamente, o que posicionan otra postura contraria a la “aceptada”, son echados fuera por el mismo redil y llamados “Pecadores” Pero, ¡qué bueno que Jesús va por esa oveja!
Estas prácticas no solo son presentes en el tiempos de hoy, han estado presentes en la iglesia. En palabras de José María Cabodevilla:
“Entre los hombres suele practicarse una variante de la parábola que no es trivial, la de «la oveja sarnosa» instaurada por San Jerónimo de Estridón, que utilizó la expresión «oveja sarnosa» en Commentariorum in Epistolam ad Galatas Libri 3,5.9 diciendo: «[…] a la oveja sarnosa hay que separarla del aprisco, no sea que toda la casa arda, la masa se corrompa, la carne se pudra y el ganado se pierda.»
Tomás de Aquino utilizó la misma expresión en su Suma Teológica (II-II, q. 11, a.3) al referirse a los herejes. Sin citarlos, José María Cabodevilla, hizo uso de esta expresión como contraria a los valores evangélicos que manifiesta que para evitar el contagio debe arrojarse tal oveja fuera del aprisco. Cabodevilla sugiere con sutileza el aire de superioridad de quien así opera, «el celoso guardián de las ovejas sanas y robustas, orgullo de su redil». Tal principio de intransigencia es contrario al mismo sentido de la parábola. Jerónimo fue un padre de la iglesia junto a Ambrosio, Agustín y Gregorio y Tomás de Aquino, a quien también valoramos mucho por sus aportes a nuestra teología, y es comprensible que tanto en la iglesia primitiva como en la medieval se quería luchar contra las herejías y que había personajes funestos y peligrosos para la iglesia, cuya aparente intensión era hacer daño, pero también los había aquellos, como hoy, que solo tenían dudas, que solo cuestionaban todo, pero también eran metidos en la misma bolsa. Quiero puntualizar que desde los primeros años de la iglesia no se supo trabajar sobre esto, incluso en los años de Jesús, viene a mi mente y menciono brevemente Marcos 9: 38 – 40, 42; la actitud separatista de los discípulos es la misma que ha estado en la iglesia por muchísimo tiempo. Es lo que no permitió ver a la iglesia católica sus errores y separar a Lutero, lo que hizo que éste, Calvino y Zuinglio se pelearan; lo que provocó que los calvinistas en la iglesia protestante medieval empezaran una guerra partidista en Holanda contra los Remostrantes (Arminianos), lo que hace que pentecostales y bautistas no se entiendan o amen completamente, y que aún dentro de sus propios movimientos discutan sobre superficialidades dogmáticas y dejen de lado el “amor de buen pastor” que deberíamos tener todos entre unos y otros. ¿Sigue entonces siendo la iglesia ese estandarte de la búsqueda pastoral de Jesús en la tierra?
Este es un tema no conversado con regularidad en la iglesia. He decidido abordarlo, por supuesto desde mi punto de vista. Hasta el día de hoy solo leo sobre relaciones exitosas entre la iglesia local y el creyente, pero ¿qué de aquellas ovejas que se fueron?, ¿qué de aquellas ovejas que se fueron lastimadas por el abuso de las noventa y nueve?
Hace un año aproximadamente un amigo y su esposa llegaron a una iglesia local de algún lado en alguna ciudad de Ecuador. Obviamente, el nombre de la iglesia no será mencionado por amor y respeto al cuerpo de Cristo, todos cometemos errores, y ¿qué es la iglesia? sino un organismo viviente lleno de personas con errores al cuadrado. Bien, el mismo pastor de esta iglesia en algún momento les dijo a mis amigos que él pensaba que el cuerpo de Cristo iba a llegar al cielo, así sea arrastrando una que otra parte pero llegaba. Me pareció un pensamiento muy profundo. Sin embargo, ¿Qué de los miembros que no encuentran su hogar o su nido en una iglesia y se van? Por lo menos a mi amigo ya le había pasado unas tres veces, y a su esposa dos veces, al punto que ambos han llegado a preguntarse si se trata de un problema personal de ellos, o uno más de los problemas eclesiásticos de hoy en día que necesita solución.
En mi caso, me ha pasado igual que estos amigos que menciono. No voy a mencionar el número de iglesias locales por las que he pasado, para centrarnos en la historia de mis amigos. Pero sí quisiera destacar que de cada una de estas iglesias he aprendido lecciones importantes, y creo que en un 50% forman parte de quien soy en la fe hoy por hoy, pero de las cuales me he ido, porque cuando mis preguntas comenzaron a ser incomodas, cuando mis dudas acerca de la fe y mi curiosidad por la teología se expusieron, o cuando exhorté a la luz de la misma biblia su centralismo en los dogmas y reglas, nada fue igual. Y he aquí una oveja perdida más, siendo llevada en los hombros de Jesús hacía el redil, enseñándome que aquellos que me alejaron merecen amor, que aquellos a los que les parezco incomodo merecen perdón, porque si no fuera de esa manera, terminaría siendo uno más de ellos.
Todos empezamos nuestro camino siendo “Neonatos espirituales”, o, como se los podría llamar bíblicamente “las nuevas criaturas”. Es Pablo quien, en una de sus cartas a los corintios, pone este nombre a aquellos que han decidido seguir a Cristo. Estoy seguro que lo toma del mismísimo Jesús y su plática del “nuevo nacimiento” con el fariseo Nicodemo.
Todo recién nacido debe tener algún lugar para nacer y es aquí donde entra la “iglesia local”, el hospital que recibe a estas nuevas criaturas. Y es la encargada de formarla bíblicamente, doctrinalmente y, aunque no se dan cuenta, llegan también a formar su personalidad, que suele ser la viva imagen y semejanza de esta iglesia local. Pero, ¿qué pasa cuando esta iglesia no da una atención adecuada a sus “recién nacidos”? ¿Qué pasa cuando en esta “nueva criatura” hay una verdadera intensión de amar a Dios y acercarse, pero la iglesia local no le enseña cómo y tiene una tendencia descuidada? ¿Qué sucede cuando esta “nueva criatura” crece, es curiosa y solo quiere ampliar el metro cuadrado de redil al que la tienen sujeta? ¿Qué ocurre cuando esta nueva criatura deja de sentirse parte de esta iglesia local? ¿“La nueva criatura” deja de serlo cuando ya no está en la iglesia local donde “nació de nuevo”? ¿Quién es la nueva criatura a los ojos de su “ex-iglesia local”? ¿Qué lecciones tiene que aprender la iglesia local con respecto a sus “ex – miembros”? ¿Alguna vez la iglesia local reconocerá sus errores cometidos y pedirá perdón para empezar una fresca relación con sus fieles?
Son muchas preguntas, cuyas respuestas la iglesia debería repensar hoy y apegarlas al ser y al quehacer de nuestro Señor Jesucristo. Es entendible que somos muchos, que pensamos distinto. Pero, sin empatía y sin el amor de Jesucristo, no solo tendremos ovejas que se irán al lado contrario del pensamiento de “X” iglesia, sino que muchas volverán a la corriente de este mundo y se perderán, y solo nosotros rendiremos cuentas por esos pequeñitos que se fueron lastimados por las noventa y nueve. Oremos a diario para que el Buen Pastor enseñe a las noventa y nueve a amar y también nos enseñe a amar a nosotros, las ovejas que se fueron.
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Fuentes:
- Jeremias, Joachim (1974). Las parábolas de Jesús (3ª edición).
- Dodd, C. H. (1977). El fundador del cristianismo.
- San Jerónimo, Commentariorum in Epistolam ad Galatas Libri 3,5.9 (ML 26,430).
- Cabodevilla, José María (1986). Discurso del padrenuestro. Ruegos y preguntas (2ª edición).
- Schmid, Josef (1981). El Evangelio según san Mateo.

Mauricio Córdova
Es de Guayaquil, Ecuador. De profesión publicista con orientación hacía el marketing digital. Está casado. Ha trabajado en diversos proyectos eclesiásticos desde su campo profesional y ministerial, actualmente es creador de contenidos en un proyecto de educación teológica continua para la iglesia, llamado PENSUM.

Mauricio Córdova
Es de Guayaquil, Ecuador. De profesión publicista con orientación hacía el marketing digital. Está casado. Ha trabajado en diversos proyectos eclesiásticos desde su campo profesional y ministerial, actualmente es creador de contenidos en un proyecto de educación teológica continua para la iglesia, llamado PENSUM.
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