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La Felicidad Según Dios

    La felicidad según Dios

    Por: Jorge Zárate.

    Ten cuidado de lo que oyen tus oídos, saborea las palabras que llegan a ti. Muchos engañadores hay en nuestro siglo y en la prisa en la que viven las multitudes no se detienen a pensar ni reflexionar.

    Los engaños están en simples frases que calan hondo, que prometen mucho y nada hacen. Hallarás gente que te dirá que la felicidad es una cuestión de actitud, desecha rápidamente esa idea errónea; vendrán otros que te dirán que la felicidad está en viajar y conocer lugares, no confíes en esas promesas tan débiles como las cenizas; se acercarán a ti hombres y mujeres que te seducirán a buscar el placer porque, según su engañoso corazón, está en él la felicidad.

    Cuídate del placer, sé equilibrado, a veces se ha vuelto una red de la que no provino otra cosa más que dolor. El mundo está desbocado y es un caballo salvaje. Toma las riendas de tu propio corazón y gobiérnate. No te dejes llevar por la mentira. Desde hace tiempo se han fabulado diversos conceptos acerca de lo que hará feliz a una persona. Pero recuerda a Séneca:

    “Todos quieren vivir felizmente, hermano, pero al considerar qué es lo que produce una vida feliz, caminan sin rumbo claro. Pues no es fácil conseguir la vida feliz, ya que uno se distancia tanto más de ella cuanto más empeñadamente avanza, si es que se da el caso de haber equivocado el camino; y la misma velocidad resulta causa de su mayor alejamiento”.

    Fíjate, pues, cómo caminas. Así, se han levantado desde la antigüedad corrientes filosóficas y pensadores que confeccionaron su camino hacia la felicidad: Epicuro, por ejemplo, destacaba el individualista sendero del placer como el fundamento fácil y firme de una vida feliz; los estoicos, destacaban la virtud como base para alcanzar la meta de la felicidad; Schopenhauer fue otro consejero de cómo ser feliz, aunque esto es paradójico proviniendo de un pesimista. En definitiva, él decía que el hombre es una criatura mal equipada para la dicha en este mundo que no es más que un escenario lamentable.

    ¿Recuerdas la historia de Oscar Wilde llamada “El príncipe feliz”? recuerda que mientras vivía en el “Palacio de la Despreocupación” no pudo ver ni oír el dolor de los demás; recuerda qué sintió él cuando vio la necesidad y tan tonto que pareció al no haberse dado cuenta antes; recuerda que el príncipe era una estatua de oro y que voluntariamente se deshacía para ayudar a los necesitados; recuerda que la gente cuando vio la estatua sin oro y sin sus ojos de perlas preciosas, lo desechó y dijo que ya no servía. Desgraciadamente, si ya no das lo que la gente está acostumbrada o ya no necesitan de ti lo que antes sí, te desecharán. Pero que esto te tenga sin cuidado. La felicidad pasa por otro lado. Recuerda qué vio Dios y que declaró el Señor acerca del corazón de esa estatua y del pájaro que era su mensajero: Entonces dijo Dios a uno de sus ángeles:

    “Tráeme las dos cosas más preciosas de aquella ciudad”. Y el ángel vino y le llevo el corazón de plomo y la golondrina muerta. “Has elegido bien”, dijo el Señor “en los jardines del Paraíso este pajarito cantará eternamente, y en mi ciudad de oro, el Príncipe Feliz repetirá mis alabanzas”.

    Esa será siempre tu única felicidad: alegrar el corazón de Dios. Eso es lo que volverá plena tu alma. No hay otro camino ni otra salida.

    Concluimos entonces que la felicidad es cosa imposible. A menos que pueda ser traducida como plenitud. Por eso afirmaba Sócrates que la dicha estaba determinada por cuestiones externas y esto la volvía algo inalcanzable. No obstante, la felicidad divina y alcanzable para todos tiene relación con el estado constante de plenitud que sólo Dios da. Esto no depende de la realidad adversa o favorable que vivamos, sino más bien con haber encontrado la luz única e inagotable en el ancho mar de oscuridad que impera en el mundo. Solo allí descansa el alma.

    2 pensamientos en “La Felicidad Según Dios”

    1. Felipe Zabala González

      Si la felicidad del ser humano es alegrar el corazón de Dios, no sólo implica lo que muy bien describiste, sino su cotraparte, la de que podemos alegrar el corazón de Dios. Me parece tremendo el saber que parte de la felicidad de Dios (parte, ya que Dios no depende de nosotros sino que nosotros dependemos de Dios) está relacionada con nuestra actitud, pensamientos, acciones, etc. Cuánta hermosura hay en la relación (o sea, dos) con Dios: no tratamos con una estatua de madera carente de emociones, ideas, en fin carentes de vida, sino con un Dios VIVO, con todo lo que implica. Me parece asombroso y no quería dejar de recalcarlo.

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