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La improvisación ha formado parte esencial del desarrollo del culto a lo largo de la historia del pueblo de Dios. Un ejemplo lo encontramos dentro de la cultura oriental, entre los pueblos de origen semita. En aquellos pueblos que cultivaban la cultura nómada para su subsistencia, descubrimos que desarrollaron a su vez un carácter más bien improvisado en su música, evitando por consecuencia una sistematización musical.

Otro ejemplo lo encontramos durante el imperio babilónico (605-539 a.C.) y en el tiempo del exilio de los judíos en dicha región, ya que era muy característico en las orquestas de los templos la aparición gradual de los distintos instrumentos, finalizando con un tutti orquestal. Como leemos en Daniel 3.5:

“Tan pronto como escuchen la música de trompetas, flautas, cítaras, liras, arpas, zampoñas y otros instrumentos musicales, deberán inclinarse y adorar la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha mandado erigir”.

Este texto bíblico explica una forma característica de estructurar la música: primero de a uno y luego todos juntos; procedimiento muy familiar para las personas estudiosas de música oriental. Un preludio del cuerno o trompeta para atraer la atención. Luego, los músicos despliegan entonces su virtuosismo en pasajes de solo, improvisando, y, por último, la orquesta se combina en una ejecución de conjunto (Zampoña/Sinfonía).

A su vez, son bien conocidas las habilidades a la hora de improvisar por parte de los músicos occidentales como Juan Sebastián Bach (período barroco), Wolfgang A. Mozart (período clásico), Federico Chopin y Nicolo Paganini (período romántico), por solo citar algunos casos.

Podemos ver también estilos que en el último siglo se han gestado a partir de la improvisación: black spiritual, gospel, blues, jazz y muchos estilos musicales utilizados en varias iglesias, no sólo de Estados Unidos, sino también de toda América.

Por ejemplo, en Argentina, dentro de nuestra música ciudadana encontramos que, a mediados del siglo XX, el gran innovador del tango argentino, Astor Piazzola, llevó a cabo el proyecto de imitar a los grandes conjuntos de jazz moderno, como por ejemplo el octeto de Gerry Mulligan. De esta manera, Piazzola creó el Octeto Buenos Aires con la idea de otorgarles, dentro del tango, otras formas de lucimiento a los instrumentistas.

En aquellas congregaciones más tradicionales, la cultura anglosajona, ha inculcado en la utilización de himnos predeterminados, que consisten mayormente de arreglos a cuatro voces con acompañamiento de órgano o piano. Salvo en el preludio instrumental, donde el organista o pianista podía llegar a improvisar o modificar algo de lo que estaba tocando, en general se seguía lo escrito en la partitura.

Por otro lado, en las iglesias más carismáticas se suelen utilizar versiones idénticas de las canciones originales e, inclusive, se usan pistas que tampoco permiten la exploración improvisatoria. América Latina no ha sido una excepción a este tipo de ejecución musical eclesiástica. Es por eso que todo lo que esté relacionado con la improvisación y lo espontáneo es visto con malos ojos por algunos cristianos.

Al hablar de improvisación como composición en tiempo real, estamos hablando a su vez de creación. Y si hablamos de creación, esto nos remite en primera instancia al Máximo Creador. Él es el primer y gran creativo. Por eso, la improvisación está en casi todas las culturas y, en consecuencia, puede y debe utilizarse en las iglesias.

En este sentido, considero que la improvisación, instrumental y vocal, debe formar parte de nuestra liturgia ya que, además es una expresión de gozo, acción de gracias, alegría, y adoración a nuestro Dios.

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Marcelo Villanueva

Marcelo Villanueva

Nació en la ciudad de La Plata. Es Instrumentista en Música Popular por la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Es Profesor en “Armonía, Contrapunto y Morfología Musical” en la Facultad de Artes de la UNLP. Director del Departamento de Música, Arte y Adoración del SITB, donde también es Profesor de varias asignaturas.

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Nació en la ciudad de La Plata. Es Instrumentista en Música Popular por la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Es Profesor en “Armonía, Contrapunto y Morfología Musical” en la Facultad de Artes de la UNLP. Director del Departamento de Música, Arte y Adoración del SITB, donde también es Profesor de varias asignaturas.

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