POR:
Marcelo Maristany
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El título responde a una “gran omisión” con respecto a la “Gran Comisión”. Estamos más ocupados en sumar gente a nuestras congregaciones que en hacer discípulos a las naciones. Pero ganar, o sumar, personas, no es lo mismo que hacerlas discípulas. Hay una gran diferencia, aunque parezcan la misma cosa.
Entonces, para dejar de omitir esa comisión, veamos lo que en verdad significa ese gran mandato de Jesús, poco antes de dejar el mundo.
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…” (Mateo 28: 18-19).
La Gran Comisión no conoce límites, ni limitaciones. Es hacer a las naciones discípulas, y no hacer discípulos en las naciones. No es plantar una iglesia en cada nación, es hacer a cada nación una iglesia, esto es un conjunto, lo más extenso posible, de discípulos. Es hacer a una nación, a todas, discípula de Cristo.
Este mandato no es solo para evangelistas ni para pastores. Es para todo creyente, si es en verdad un discípulo de Jesús. Un discípulo es, a su vez, alguien que hace discípulos para que hagan discípulos, y así ad infinitum.
En Hechos 11: 26, aparece la primera denominación que se les dio a los discípulos.
“…y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”.
Antes de analizar ese bautismo lingüístico, debemos decir que en el texto original, los que dieron ese nombre fueron Pablo y Bernabé. Este fue a buscar a Pablo para ir a esa ciudad:
“Y salió (Bernabé) a Tarso para buscar a Saulo (Pablo), y hallándolo lo trajo a Antioquía. Y sucedió que por un año entero congregarse en la iglesia y enseñar a una multitud considerable, y llamar por primera vez en Antioquía a los discípulos cristianos” (11: 25-26).
El texto griego pone a Saulo y Bernabé como el sujeto de las oraciones. Ellos son los que fueron a esa ciudad, los que enseñaron allí, y los que les dieron el nombre de cristianos a los discípulos. Dado a conocer este dato, prosigamos en lo fundamental: el ser discípulos. Hoy día parece que hay que llamar a los cristianos discípulos, justo lo opuesto a lo que dice Hechos 11. Porque muchos cristianos no lo son, o lo que es peor, no saben que deberían serlo.
La palabra cristiano es una de tantas vestiduras, o rótulos, si se prefiere, de nombrar a un discípulo de Jesús. Pero, la esencia es discípulo, antes que la denominación cristiano.
Podemos continuar esa secuencia de “nominación”, a través de la historia: “Y a los cristianos se los llamó evangélicos, por primera vez en…” O, “a los cristianos se los llamó católicos por primera vez en…” o bien, “a los evangélicos se los llamó Bautistas, o Metodistas, o Pentecostales, por primera vez en…” Y así podríamos continuar en un infinito hilo de nombres y lugares. Pero, si retrocedemos, y le vamos quitando todas esas capas nominales, llegaremos a una sola palabra: “discípulos”. Y ahora sí, ya desnudados de todos los nombres que nos dan y que nos damos, quedamos con nuestra esencia: ser discípulos.
Ahora, ya que sabemos lo que somos, o debemos ser, esto es, discípulos, veamos el cómo…
El maestro, por antonomasia, es Jesús. La cuestión ahora, es cómo, de qué manera, aprender de él. Los discípulos que vivieron con él durante el ministerio terrenal del Señor, no tenían demasiado inconveniente en aprender de él, de cómo ser sus discípulos. Más allá de lo que les costó llegar a entenderlo. Pero, a nosotros se nos dificulta un poco más. Veamos las formas de ser discípulos:
- Por la palabra de Dios: En los evangelios, principalmente en las enseñanzas directas de Jesús, y más principalmente en el sermón del Monte, está la doctrina de Jesús. Por supuesto que todo el nuevo testamento está impregnado de las enseñanzas de Jesús. Pero está de forma más directa en los evangelios.
- Por el Espíritu Santo: Esta es la persona de la trinidad encargada de hacernos recordar las enseñanzas del Maestro. También nos da el poder necesario para llevar a la práctica esas enseñanzas.
- Por la Iglesia: Dios estableció maestros a fin de enseñar a los creyentes a ser discípulos. Y estos maestros deben estar llenos del Espíritu, para tal propósito.
Todo esto parece sencillo, y en un sentido lo es, pero, para nuestra humanidad contaminada, no es tan fácil. Sin embargo, hemos nacido de nuevo y ahora tenemos otra naturaleza. Pero, dejemos a Pablo que nos explique esto en más profundidad. Por ahora, la enseñanza es que debemos ser discípulos, porque eso es lo que somos, aunque no lo entendamos y lo cubramos con miles de títulos.
Veamos ahora en los planos dónde ser y hacer discípulos
Principalmente en nuestras casas. Ahí es donde se forja el carácter del discípulo. Aprendemos a amar y a bendecir a quienes tenemos al lado, sean creyentes o no. Luego, en el ámbito laboral o de estudio. En la calle, en nuestras rutinas de trabajo o de formación cultural, etc. Jesús enseñaba en las calles, casi nada en las sinagogas. De hecho, cuando comenzó a predicar ahí, en su ciudad Nazaret, lo echaron.
En el templo. O en los salones donde funcionamos como iglesia, donde nos congregamos. Ahí también aprendemos a ser discípulos. Pero, si fallamos en los dos ámbitos anteriores, de poco nos servirá pretender ser discípulos en la iglesia. Estaremos a punto de convertirnos en fariseos de la Gracia.
Los ministerios en función del discipulado
“Él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos (discípulos) para la obra del ministerio…” (Efesios 4: 11-12).
Dios dio estos dones y ministerios para que el cuerpo de Cristo se edifique. Aquí no se menciona a los evangelistas, pero estos son los que hacen, en sentido de dar a luz, discípulos. Esa es su función primaria. Aunque el evangelista es también un discípulo y un discipulador, su tarea específica es la de traer a las personas a los pies de Jesús. Veamos las funciones en relación al discipulado de los otros ministerios:
- El evangelista: Hace, genera, discípulos.
- El maestro: discipula colectivamente.
- El pastor: discipula individualmente.
- El discípulo: (que aún no tiene un ministerio específico) discipula mientras es discipulado.
Pero esto último vale para todos los cristianos, tengan o no un ministerio. El evangelista necesita seguir siendo discipulado para seguir siendo un discípulo de Cristo. Así también los demás.
En el ámbito secular, un maestro ya es maestro y no es más discípulo. En la vida cristiana es a la inversa. El maestro sigue siendo discípulo.
Hijo de Dios se nace, por medio del bautismo del Espíritu Santo, y del nuevo nacimiento. (Aunque personalmente creo que estos dos hechos son uno y el mismo suceso espiritual).
Pero discípulo se hace, se requiere de un esfuerzo y de cierto grado de disciplina. De hecho ambas palabras, discípulo y disciplina, comparten el mismo origen etimológico. Un discípulo es una persona disciplinada, ordenada.
¿Cuáles serían los mejores métodos para hacer discípulos?
No hay una forma determinada. La Biblia, a diferencia de tantos libros que nos dicen el cómo, no nos da fórmulas. Porque cada cristiano, discípulo, debe orar a Dios por la forma. El problema es que usamos fórmulas, en lugar de formas, las que el Espíritu nos quiere dar. Porque Dios es creativo, y nosotros somos cómodos y copiamos las formas de otros. Y, cuando se copia una forma, se convierte en fórmula. Cada discípulo debe pedir a Dios la forma para discipular.
Discipular es mostrar a Cristo, el Maestro.
Las marcas del discípulo
- Oración.
- Estudio bíblico.
- Comunión.
- Servicio.
- Disciplina (no en el sentido militar).
Voy a finalizar con una ilustración, un tanto burda, si se quiere. Es la de la cebolla y la palta. La primera es una serie de capas, pero nada más que eso. No hay nada en el centro. La palta, en cambio, tiene un carozo sólido y esférico. Es su núcleo. Así mismo, hay creyentes cebolla, porque tiene muchos títulos, pero no hay núcleo, lo que sería el ser discípulo. Los verdaderos discípulos, los palta, pueden tener títulos, pero esencialmente son discípulos.
No hay que menospreciar a los títulos, sean teológicos o jerárquicos, pero, si en el interior, en el centro, no está la palabra discípulo, de poco servirán esas capas.
Si somos discípulos que discipulan, no habremos omitido la gran comisión. De ser la gran omisión de la iglesia, de los creyentes, de nosotros, pasará a ser de nuevo la gran Comisión.

Marcelo Maristany
Es escritor. De la ciudad de La Plata, donde estudia la Carrera de Letras en la UNLP. Es autor de varios libros, entre ellos "Cuentos ensanblados", "Bitácora" y "Onírica". También es ilustrador y el creador de la tira cómica "Evangelito y Hermanos".

Marcelo Maristany
Es escritor. De la ciudad de La Plata, donde estudia la Carrera de Letras en la UNLP. Es autor de varios libros, entre ellos "Cuentos ensanblados", "Bitácora" y "Onírica". También es ilustrador y el creador de la tira cómica "Evangelito y Hermanos".
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