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Caín, y el destello de gracia

    Cain y el destello de la gracia

    Caín puede ser, junto con Judas Iscariote, uno de los personajes más odiados de los escritos bíblicos. Nadie quisiera ponerle a su hijo ninguno de estos dos nombres. La tradición cristiana ha demonizado a estos personajes, presentándolos casi como representantes de Satanás en la tierra. Aunque un hombre que se enoja con su hermano y lo mata, parecería más demonio que humano, esta caracterización es injusta, de la misma forma que lo es atribuir una categoría de héroe a Abraham, Moisés o alguno de los apóstoles. Ambas exageraciones nos llevan a perder de vista que eran seres humanos, de la misma forma que lo somos nosotros, ya sea para bien o para mal.

    Génesis 4:2 nos dice que Caín era agricultor y Abel era pastor de ovejas. Un día ambos van a presentar ofrenda ante Dios, y hay algo que sucede entre el verso 4 y 5 que hace que Caín se enoje. Dios rechaza su ofrenda. ¿Pero, por qué Dios se opone?. El autor a los hebreos nos dice: “Por la fe, Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín”. Aún así, creo que el texto posee otro sentido, además del que presenta el autor de Hebreos. Uno más cercano a sus primeros lectores.

    El libro de Génesis no presenta una idea de rechazo de forma especifica, la palabra hebrea que se utiliza en algunas traducciones es en realidad la palabra sha`ah (mirar). Dios miró con más agrado a Abel que a Caín. No es del todo correcto pensar que, Caín era malvado cuando dio la ofrenda y por esa razón Dios no la miró con el mismo agrado y que luego esa maldad salió a la luz cuando mató a su hermano.

    La maldad, o el mal, para este contexto es un tema estrictamente de moral. No existía un poder etéreo, universal encargado del mal, ya que esta idea rompe con el monoteísmo hebreo. Por ejemplo, podríamos pensar que el mal en el Edén no es necesariamete y únicamente la serpiente, sino la decisión de Eva de comer del fruto. La serpiente, en el texto, no es presentada como malvada sino como “astuta”, la interpretación de la serpiente como imagen del mal es muy posterior a la formación de este texto.

    Por lo tanto, Caín no es malvado hasta que no comete un acto malvado.

    Es importante detenerse en este punto, muchos estarán pensando que Caín era pecador por “el pecado original”. Sin embargo, esta condición sería compartida en cualquier caso por los dos hermanos, por lo cual tampoco puede ser una razón válida de la no-mirada de Dios.

    Si logramos ver a Dios como un padre en esta escena quizá todo cobre mayor sentido. Imaginen conmigo, que un día del padre, dos hijos van a entregarle un obsequio a su papá.

    —Mirá papá, te he traído un regalo! —dijo el hijo mayor.

    —¡Yo también! —dijo el hijo menor.

    Cuando el padre abre uno de los regalos se asombra y una sonrisa le llena el rostro, ya que era el libro que había querido comprar hace ya unos meses y con el que estaba obsesionado. Luego de mirar, hojear el libro y agradecerle a su hijo por ese maravilloso regalo, decide abrir el otro. Pero cuando lo abre, su reacción no es la misma, es un remera también muy buena como regalo y útil. A pesar de eso, el padre acepta ambos regalos y besa a sus dos hijos.

    El pecado de Caín no tuvo nada que ver con su ofrenda. El pecado de Caín fue comparar su ofrenda con la de su hermano y enojarse por eso. No justifico el enojo de Caín, pero sí lo veo razonable hasta este punto.

    Piensen que Caín trabajaba con la tierra, tierra que estaba maldita (Gn. 2:17). No solo trabajaba con lo maldito, sino que Abel trabajaba con las ovejas y las ovejas comen de la tierra. Por lo tanto, la gordura y hermosura de los animales de Abel se debía hasta un cierto punto del trabajo de Caín. No solo eso sino que “Abel también presentó al Señor” y este “también” en hebreo implica, “de la misma forma que”. Es decir Abel, cual hermano menor, copia a Caín al presentar una ofrenda. Posiblemente la primera ofrenda de Abel; quizá sea por eso el mirar favorable de Dios.

    Cualquier humano, podría enojarse ante esta situación. Es más lo hemos hecho, aún en nuestros trabajos, cuando a nuestros compañeros les va mejor que a nosotros gracias a que nosotros los ayudamos. Caín no era un demonio, era un ser humano.

    Y es por esta razón, que Dios interviene para resolver ese enojo:

    “¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero, si haces lo malo, el pecado te acecha, como una fiera lista para atraparte. No obstante, tú puedes dominarlo”. (Génesis 4:7).

    La respuesta de Dios tiene dos puntos claves: El enojo como puerta abierta al pecado, y que el pecado puede ser dominado. El enojo de Caín y el nuestro puede ser una puerta abierta al pecado. Lo que nos puede hacer pensar: ¿qué tan alejados de Caín estamos?, ¿qué tan alejados del pecado estamos? Poder dominar el pecado mimetiza con la concepción moral del mal que tenía Israel. Si el mal es “hacer” lo malo, ergo yo puedo “no hacer” lo malo.

    Podemos ver una historia muy similar a la de estos dos hermanos contada por el evangelista Lucas (Lc. 15: 11-32). La famosa parábola del hijo prodigo. Cuando el hermano menor vuelve a casa, se nos cuenta que el hermano mayor estaba en el campo. Cuando vuelve a la casa, ve la fiesta y se entera lo que sucede, dice Lucas que “Indignado, el hermano mayor se negó a entrar.” Esa actitud es muy parecida a la actitud de Caín. A su vez, la actitud del padre, y de Dios, es la misma: “Así que su padre salió a suplicarle que lo hiciera”.

    Dios se acerca a resolver los problemas que tenemos con él. Intenta calmar nuestro enojo, darnos soluciones y estar a nuestro lado.

    A pesar del actuar de Dios, “Caín golpeó a su hermano y lo mató”. Dios vuelve a hablar con Caín dándole una segunda oportunidad: “¿Dónde está tu hermano?”. Al Caín mentirle, Dios se cansa y lo maldice desterrándolo y dándole una maldición más fuerte sobre la tierra.

    Sin embargo, a pesar de los tonos, hay un destello de gracia en el obrar de Dios. “Entonces Dios le puso a Caín una marca, para que nadie se atreviera a matarlo.”

    Una de las leyes más primitivas, que incluso las naciones cercanas al rededor de Israel tenían, y que luego aparece redactada en la Éxodo y Levítico, es la “Ley del talión” o también conocida como “ojo por ojo, diente por diente”. Si Caín había asesinado, merecía que lo asesinen. Sin embargo, Dios le da vida en vez de muerte. Vemos aquí, detrás de bambalinas, el actuar de la gracia de Dios.

    A pesar de todo este actuar desmesurado de Caín, se abrió una cadena de violencia imparable. Una de las palabras para definir lo malvado en hebreo es justamente esta violencia. La violencia, a diferencia del mal general, es un mal puntual, es un acto de maldad contra el prójimo, es en este conflicto que la justicia entre las personas se quiebra, y la relación se pierde.

    Daniel Acuña

    Daniel Acuña

    Es de Mar del Plata. Graduado del Seminario de Formación Ministerial de UEA. Estudiante de Hebreo en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Profesional en la industria de software.

    Ver sus notas
    Daniel Acuña

    Daniel Acuña

    Es de Mar del Plata. Graduado del Seminario de Formación Ministerial de UEA. Estudiante de Hebreo en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Profesional en la industria de software.

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